20060616

La Nuez de Oro I

Cuentan las leyendas que Arhun Mull dejó la tierra de sus antepasados, ansiando encontrarse con el Dios del Cielo Azul, creador de los mundos.
Viajo por la costa, entablando conversación con los ascetas perioceánicos; caminó tierra adentro buscando a los ascetas que murmuran en los bosques, y al final se adentró en el gran desierto que devora a los hombres.
Allí, entre las dunas, le dijeron a Arhun, encontraría con seguridad a F'tuan, Señor del Cielo Azul, creador de los mundos, y obtendría de el la sabiduría y el Dogma, las palabras de la ley sobre cómo deben ser seguidos los preceptos divinos.
A'tharthusn, Señor del Sol, el que todo lo ve, a Arhun sin piedad, pues está dicho que aquel hijo de hombre que se aventura en el desierto que devora a los humanos, en busca de F'tuan, deberá enfrentarse primero a su hijo A'tharthusn, quien no permitirá jamás que un no digno llegue a las moradas del Cielo Azul.
A punto de desfallecer, a la séptima semana de travesía, Arhun se encontró ante las columnas que no tienen fin, la entrada al reino del Señor del Cielo Azul, y allí se arrodilló, en la quemante arena, a suplicar la ayuda de F'tuan, y le permitiera entrar a su presencia.
El ruego de Arhun fue escuchado y las columnas que no tienen fin se sacudieron como cuerpos de serpiente, elevándolo entre ellas como sobre manos de aire, hasta perderse en la inmensidad del Reino del Cielo Azul.
Y fue así que Arhun se encontró frente a frente con el Señor del Cielo Azul, creador de los mundos, que iba desnudo y su cuerpo tenía el color del hielo, y se cubría sólo las espaldas con un manto del color del cielo en verano, y por broche llevaba el disco solar de su hijo A'tharthusn, el que todo lo ve.
-Has venido hasta aquí, hijo de hombre, di que deseas y yo diré si te ha de ser concedido. ¿Deseas acaso ser salvado de las arenas inclementes de mi hijo, el que todo lo ve?
-Señor del Cielo Azul- respondió Arhun, de rodillas sobre la planicie de lapislázuli-. Aunque la ira de tu hijo, el que todo lo ve, es temible, y las arenas devoran la piel tanto como sus inefables rayos, no es la salvación de mi ser lo que pido. Lo que suplico de tí, Señor del Cielo Azul, creador de mundos, es que me comuniques el Conocimiento, todo aquel que puedan escuchar mis oídos de hombres y ver mis ojos humanos. Ansío más que nada me comuniques las Palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas que cómo han de ser vistas las cosas de este mundo y lo demás, te suplico los dones que guíen a los hombres para agradarte.
Escuchando lo anterior, F'tuan sentenció:
-Es una gran cosa la que me pides, es un gran don y un gran sacrificio. Me ha sido agradable que un hijo de hombre cruce uno de mis mundos para pedirme tal cosa, así que escucha y te comunicaré las palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas, y el cómo han de ser vistas las cosas tu mundo y los demás.
Y fue así que F'tuan, Señor del Cielo Azul, creador de los mundos, comunicó a Arhun sus designios, en palabras que el hijo de hombre pudiera entender y comunicar a sus hermanos.
Y ocurrió que al final, cuando Arhun conocía el Don que guía a los hombres para agradar a F'tuan, el Señor del Cielo Azul le dijo:
-Hay una cosa más que ta daré.
Y sobre la mano de Arhun colocó un puñado de nueces, grandes y de cáscara marrón.
He aquí el último de los dones que te doy, empléalo con la sabiduría que les ha sido otorgada a los hombres, habitantes del más rico de mis mundos.
Luego, con un pase de la mano de F'tuan, la cáscara de las nueces fue cubierta de una capa de oro puro, bellamente trabajado y ricamente incrustado de todas las piedras preciosas que le es dado conocer al hombre. Y en el oro, allí donde ninguna piedra tenía su lugar, allí se grababan en hermosos caracteres la Palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas, y el camino que han de seguir los hombres para agradar al creador de los mundos.
-En este último don que te he otorgado, en su bello acabado- dijo F'tuan- has de ver tu fe, tu dogma y tu convicción. Y escucha esto, pues te diré que ese oro y esas piedras preciosas pueden resistir cualquier martillo, más el martillo de la duda jamás lo soportarán, y bajo él se volverán polvo.
Agradecido y de rodillas, Arhun abandonó lentamente la presencia de F'tuan, y regreso, descendido entre las columnas serpenteantes, hasta ser depositado de nuevo en el desierto, bajo el ojo que todo lo ve de A'tharthusn.
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Cuentan las leyendas que Arhun Mull, el que conocía las Palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas, y la manera en que los hombres han de agradar a F'tuan, Señor del Cielo Azul, creador de los mundos, vagó por el desierto.
Arhun Mull aferraba en su mano las Nueces de Oro, símbolo y verdad del Camino del Cielo, que acababa de recibir del Señor del Cielo Azul.
Y se dice en las historias que Arhun sufrió de hambre y de sed, y que una noche que dormía apoyado contra una duna, un demonio del desierto, hijo de K'molohan, Señora de la Luna, la que todo lo ve, se apareció ante el y le dijo que si comía una, tan sólo una de esas nueces, entonces toda hambre y sed desaparecerían. A lo que Arhun Mull respondió.
-Hablas en engaños, hijo de K'molohan, la que todo lo ve, pues nunca comería el corazón de estos dones que me han sido dados por F'tuan, tal sacrilegio seguramente me costaría alma y vida. Jamás, escúchalo bien, bastardo de la Señora de la Luna, intentaría yo romper la preciosa envoltura que es las Palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas, y la manera en que los hombres han de agradar a F'tuan, pues tan hermoso trabajo de orfebres divinos debe existir por los siglos de los siglos. Y escucha lo que digo por último, para no hablarte más, engendro de la que todo lo ve; que aun si deseara, que no lo deseo, romper la capa divina de oro y piedras preciosas que cubre estas nueces, sería incapaz de hacerlo, pues ella es símbolo y verdad de la fe, el dogma y la convicción, ya nada en este mundo es capaz de romper tal material.
Luego Arhun calló y ni una palabra más escuchó de parte del demonio hijo de K'molohan, Señora de la Luna, la que todo lo ve; ni una palabra más dirigió el hijo de hombre al espíritu de las dunas, al que ignoró como si no existiera.
Y he aquí que muchos días más cruzó Arhun el desierto, hasta que un mediodía, entre las dunas, un ángel, hijo de A'tharthusn, Señor del Sol, el que todo lo ve, le dirigió la palabra y le dijo:
-Pobre hijo de los hombres, que has escuchado las palabras de F'tuan, escucha lo que te aconseja el Señor del Sol, mi padre, que comas el corazón de una de esas nueces de oro, al menos de una, y que con ello saciarás tu hambre y tu sed durante un año, y podrás salir de este desierto con bien. Escucha lo que dice A'tharthusn, que su padre, F'tuan, ha visto tu convicción y de ti se conduele, tanto así que en su piedad me ha enviado para comunicar qué debes hacer para salvar tu vida.
Ante lo que Arhun respondió:
-Hijo de A'tharthusn, Señor del Sol, el que todo lo ve, me pruebas con tus palabras, y al escucharlas sé que F'tuan me prueba también, pues me tienta para descubrir que tan férrea es mi fe, que tan fuerte mi convicción. He aquí que te diré esto; mi convicción es férrea como el acero, y en puente de acero, caldeado por los rayos de tu padre el que todo lo ve, saldré de este desierto, y ni la mitad del corazón de una de estas nueces tocaré.
Dicho lo anterior, Arhun se volvió, y ni una palabra más del ángel, hijo de A'tharthusn, escuchó; y ni una palabra más le dirigió, actuando en verdad como si el espíritu de las dunas no existiera.
Y ocurrió que tras días de viajar por el desierto, con hambre y sed, Arhun Mull cayó enfermo, y durante horas desvarió y sufrió alucinaciones, y al final, consumido por el hambre y la sed, murió.
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Cuentan las leyendas que Arhun Mull, quien murió aferrando en su mano derecha las Nueces de Oro, símbolo y verdad del Camino del Cielo, se levantó al tercer día de las arenas calcinantes, y camino de nuevo, ya sin hambre ni sed, hasta que pudo abandonar el desierto y llegó a la ciudad de Ior-Thomon, que significa "La tierra donde reina la fe" y que allí fue recibido con algarabía, pues señores y sacerdotes, labriegos y cazadores, todos habían escuchado de labios del demonio hijo de la Luna y del ángel hijo del Sol, que del desierto saldría un hombre que había muerto por su fe, y que conocía las Palabras y los Dogmas, las Leyes y las Formas, y la manera en que los hombres pueden agradar al Dios del Cielo Azul. Y que este hombre llevaba un precioso Don del Señor F'tuan, un símbolo y verdad del Camino del Cielo.
Los hombres de Ior-Thomon, la que se alza al lado del desierto, abrazaron a Arhun Mull, que nombraron Golod'noshor, el Rey Muerto, y le dieron potestad sobre hombres y mujeres, señores y sacerdotes, labriegos y cazadores de Ior-Thomon, para que les guiara por el camino del agrado del Dios, que ellos llamaban no El Señor del Cielo Azul, creador de los mundos, sino El Único señor del Único Mundo.
Y fue así que Arhun Mull Golod'noshor, reinó sobre Ior-Thomon durante cientos de años, pues un hombre no puede morir dos veces.
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Y las leyendas cuentan más cosas acerca de Arhun Mull, el Golod'noshor de Ior-Thomon, y de su trágico fin...

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