20060617

El Señor de los Tres Mundos I

Entre las historias que se cuentan sobre los tiempos antes de los tiempos, cuando el mundo era de otra manera, se habla de la historia del Señor de los Tres Mundos, que era también Monarca del Reino que Circunda.
Se dice que el Señor de los Tres Mundos había reinado sobre la creación durante muchos eones, y siempre había estado solo. Pero un buen día, al Señor de los Tres Mundos le nació una hermosa hija.
Ese día fue de júbilo en los tres mundos, y en honor al nacimiento de la Princesa del Reino que Circunda, en el Mundo Inferior, donde guerrean los demonios, las batallas se detuvieron por tres días, y durante ese tiempo hubo banquetes y concordia entre los diablos. En el Mundo Medio, donde habitan los hombres, llovió maná del cielo y corrió leche y miel en los arroyos, llovió en los desiertos y el sol apareció sobre las tundras heladas, y los hombres, durante tres días, se olvidaron del hambre y el sufrimiento. En el Mundo Superior, donde señorean los dioses, hubo cánticos y bailes, y los cielos se vistieron de auroras y arcoíris, y los dioses elevaron oraciones hasta los oídos del Señor de los Tres Mundos durante tres días.
Habiendo recibido con beneplácito el Señor de los Tres Mundos los festejos por el nacimiento de su primer y única hija, se decidió que era momento de nombrarla, para que los habitantes de los tres mundos tuvieran un nombre por el que dirigirse a ella.
Bajó entonces el Señor de los Tres Mundos, desde el Reino que Circunda hasta el Mundo Medio, donde en su centro se localizan los cinco oráculos.
Llegando al sitio de los oráculos, con su recién nacida en brazos, el Señor de los Tres Mundos habló así.
-Escúchame, Oráculo del Norte, y dime, ¿qué ves en el futuro de mi hija recién nacida?. Dime para que pueda saber cómo nombrarla, y así los habitantes del Mundo Inferior sepan como referirse a ella en sus cantos de batalla.
Desde el norte, con viento frío, llegó la voz del Oráculo.
-He aquí lo que de tu hija recién nacida puedo decir, Señor de los Tres Mundos. Y es que tu hija vivirá su infancia a tu lado, pero tan pronto como sepa discernir, y poco después de que se haya hecho mujer, elegirá dejar el Reino que Circunda, y decidirá, para su primera encarnación, aparecer entre los demonios del Mundo Inferior.
El Señor de los Tres Mundos se entristeció, pues aun cuando le era dado controlar el paso del tiempo en el Reino que Circunda, supo que no podría prolongarlo lo suficiente como para permitir de buena gana que su hija abandonara sus planicies y encarnar en el Mundo Inferior.
-¿Es eso todo lo que tienes qué decirme, Oráculo del Norte?- preguntó el Señor de los Tres Mundos.
-No, Monarca del Reino que Circunda. He de decirte que en su encarnación entre los demonios, del Mundo Inferior, tu hija será una gran y afamada guerrera, que guiará a sus soldados en mil exitosas batallas, y por primera vez, bajo su mando, una facción de fieros diablos gobernará sobre los demás, trayendo una paz, que si bien efímera, será dulce para ese mundo azotado por la guerra. Tu hija morirá siendo emperatriz de los demonios, y su recuerdo permanecerá con ellos por siempre.
-Muy bien, Oráculo del Norte, sea así que mi hija será nombrada Gran Dama Guerrera, que trae Destrucción y Muerte a sus enemigos, pero Paz y Sosiego para sus aliados.
El Oráculo del Norte calló, y fue así que el Señor de los Tres Mundos se dirigió al Oráculo del Sur.
-Dime, Oráculo del Sur, ¿hay algo que puedas ver de mi hija, Gran Dama Guerrera? Dímelo, para que cuando mi corazón se acongoje por su existencia entre los demonios, pueda rememorar tus palabras y tener esperanza.
Con un viento cálido, llegó la voz del Oráculo del Sur.
-He aquí al Señor de los Tres Mundos, el Padre de Gran Dama Guerrera. Sepa Él, Monarca del Reino que Circunda, que su hija, tras morir como Señora Infernal, renacerá en el Mundo Medio, entre los hombres, y que sus pasos recorrerán de un extremo a otro este mundo, y aun aquí, ante nosotros, será vista y recibirá profecías.
El Señor de los Tres Mundos se entristeció de nuevo, al saber que después de morir en el Mundo Inferior, su hija no retornaría a él, sino que elegiría nacer entre los hombres.
-Dime más, Oráculo del Sur, pues seguramente con esa nueva vida, mi hija habrá de recibir un nuevo nombre.
-Sepa el Señor de los Tres Mundos, que su hija, como mujer entre los hombres, conocerá hambres y sufrimientos que los demonios, por no ser materiales como los hombres, no pueden conocer. Sepa el Monarca del Reino que Circunda, que su hija padecerá todo lo que padece el hombre recién creado, y que el mayor dolor vendrá de la ignorancia, de desconocer las razones del dolor. Sepa el Señor de los Tres Mundos que esa será la primera encarnación de su hija entre los hombres, que no la conocerán ni memoria tendrán de ella, y que morirá joven sin haber dado a luz.
Gran congoja sentía el Señor de los Tres Mundos.
-Verdaderamente es misericordiosa mi hija, para elegir esos dolores, y es así que será llamada, en el Mundo Intermedio, Gran Dama de la Misericordia, pues conocerá lo que los hombres padecen. Pero dime, Oráculo del Sur, ¿por qué has dicho que esa será la primer encarnación de mi hija en el Mundo Intermedio?
-Sepa el Señor de los Tres Mundos que su hija vivirá dos vidas entre los hombres, pero yo sólo de una le he de hablar.

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